Mis Sentimientos después del Cambio del partido en el Gobierno (Parte V)
MI VIDA DESPUES DE QUE CAMBIO EL PARTIDO EN EL GOBIERNO: La desesperación y otros sentimientos te hacen caer…. pero la fortaleza de la familia te levanta!!
Tres meses sin trabajo: Diciembre había llegado… pero el nombramiento no. Las cosas comenzaron a cambiar un poco. Hubo un evento al cuál el nuevo equipo de trabajo asistiría. Un evento en un lugar alejado en las montañas y al que yo tenía muchas ganas de ir. Ya nos habíamos organizado para al día siguiente vernos temprano para asistir a este evento. Por la noche me hablaron de parte del Secretario para decirme que era mejor que yo me quedara en la oficina por cualquier cosa que se ofreciera y que no era necesario que los acompañara. Me sentí muy extraño cuando colgué el teléfono; con presentimientos obvios y sentimientos encontrados, pero teniendo en mente: “Algo está mal”.
Ese fue el comienzo de una serie de situaciones laborales en las que ya no me involucraban. De todas formas yo seguía produciendo información y trabajo para el nuevo equipo de la Secretaría. Mi mente comenzaba a dar vueltas y trataba de explicarse cada una de las situaciones en las que me sentí excluido. Yo mismo justificaba algunas de las nuevas actitudes hacia mí. Parecía que el romance poco a poco se estuviera terminando. No sé qué estaba pasando y me inquietaba el hecho de que no me comentaran nada sobre los nombramientos. Solamente sabía que a ellos ya les habían dado ese papel tan importante, e incluso ya estaban cobrando.
En una ocasión que tuve la oportunidad de hablar con el Secretario cuando me pidió que le explicara un asunto que teníamos pendiente, me atreví a preguntarle si yo había cometido algún error, porque sentía toda la frialdad expresada en el hecho de que ya no se me tomaba en cuenta en algunos asuntos. Me comentó que sabía de la carga de trabajo que yo tenía y que, para no saturarme de trabajo, no me involucraba en otras cosas. Pero también aprovechó el Secretario para decirme que el tema de mi nombramiento se estaba complicando y la razón que le dieron fue que yo venía de la administración anterior y que la consigna es que no se quedara nadie involucrado con el partido que estuvo en el poder en casi toda la historia del estado, y que por eso se detuvo mi nombramiento.
Por increíble que parezca, el hecho de tener experiencia me ayudaba, pero haber trabajado en el sexenio anterior estaba dificultando mi continuidad, pese a que yo nunca me involucré en temas de partidos, política y campañas. Eso lo sabía el Secretario y por eso seguiría insistiendo ya que, a decir suyo, me necesitaba en su equipo de trabajo.
Creo que en ese momento fue que cuando mis emociones comenzaron a viajar en una montaña rusa. Una serie de sentimientos encontrados donde a veces estaba en la cima, sintiéndome tranquilo por lo que me comentaba el Secretario de que estaba insistiendo en mi continuidad en el Gobierno y en su equipo. Pero otras veces me sentía en lo más profundo del valle, sabiendo que no tenía un Plan B y que no me había propuesto a buscar otro trabajo, por la seguridad que sentí de que el propio Secretario me pidió que me quedara. Al final de cuentas ¿por qué iba yo a dudar cuando en otras administraciones los Secretarios armaban sus equipos de trabajo? Aquí fue donde comencé a darme cuenta del grave error que había cometido; me confié.
La angustia no tardó en apoderarse de mí… ¿ahora qué voy a hacer? Si no se daba mi nombramiento en los próximos días y antes de salir de vacaciones de diciembre, todo el trabajo y esfuerzo que realizado desde octubre, no sería remunerado. Y peor aún, habrían sido meses en los que no aproveché para buscar otro trabajo. Con las deudas que ya tenía, la verdad no sabía qué hacer… mi mundo se comenzó a desmoronar.
EXPLOSIÓN DE SENTIMIENTOS
En el momento en que entendí que lo más seguro es que no me quedaría a trabajar en el Gobierno y que sabía que no tendría cómo pagar la hipoteca de ese mes, comencé a tramitar el seguro de desempleo con el banco; un viacrucis que explicaré más a detalle en la siguiente entrega.
No había noticias con respecto a un posible nombramiento y ya no se podría hacer absolutamente nada durante las vacaciones. Venían fechas importantes y a la vez muy difíciles para mí. Todos los años tenemos que tomar la decisión de en dónde pasaremos Navidad y año nuevo… si en casa de los papás de mi esposa o en casa de mis papás. Había que planearlo bien ya que viven en ciudades que están a más de 1,200 km de distancia una de la otra. En esta ocasión la decisión fue más fácil. Viajamos al lugar más cercano y en donde no tuviéramos que gastar en hospedaje. Así que fuimos a la ciudad en donde viven los padres y hermanos de mi esposa. La familia ya sabía sobre nuestra situación y se portaron muy solidarios apoyándonos con el dinero que necesitábamos para pagar tarjetas, comprar super, etc., pero sobre todo con el cariño y las palabras que necesitas escuchar en momento complicados.
Fueron días muy difíciles. Por las noches el cansancio mental me vencía, pero a mitad de la noche, cuando despertaba de algún sueño y mi mente recordaba la situación por la que vivía, mis entrañas se contraían y comenzaba a sentir una pesadez dentro de mí. Como si “algo” estuviera atrapado y quisiera salir. La mente me espantaba el sueño y pasaba las horas más oscuras previas al amanecer, en vela. Ya entiendo cuando dicen que los seres humanos somos “viscerales”… ese concepto subjetivo al que llamamos sentimientos, los sentía en las tripas.
No podía dormir; no tenía apetito y solo me pasaba las horas pensando en el mal que le debí de haber hecho a alguien en la vida… ¿karma?… pensando en lo que hice para merecer vivir esta situación… pensando en qué le había hecho a esta gente nueva que llegó al poder. ¿Por qué tanto odio?
Platiqué con amigos y conocidos durante las vacaciones y cada quien me daba su versión de las razones por las que gente trabajadora perdió la oportunidad de seguir ocupando un puesto en el Gobierno. Como si me quisieran consolar, todos me decían que yo no era el único caso. Otros me tranquilizaban diciéndome que no era algo personal en contra mío o falta de capacidad o experiencia, sino una política de la nueva administración. Me ayudaba hablar con los amigos y con los seres queridos, pero mi mente me torturaba con tantos “por qués” que no tenían respuesta.
Creo que esos días rodeados de amigos y familiares y el ver las sonrisas de mis hijos por tratarse de la época más feliz del año, me ayudaron a no externan mi preocupación. La venta nocturna de Liverpool también me ayudó a darles un poco de alegría a mis niños en la Navidad. Pero al final era una deuda más solo que extendida a meses. El sentir contentos a mis hijos lograba esbozar en mí una sonrisa pero solo era externa ya que, por dentro, todo mi mundo se derrumbaba.
Sé que no es el fin del mundo y que lo que estoy viviendo lo han vivido cientos de familias. Sé que en unos meses las cosas estarán mucho mejor y estos días de oscuridad solo serán cicatrices en mi alma, experiencia en mi vida y aprendizaje. Pero mientras el tiempo no pase y las circunstancias no cambien, el miedo a no poder cumplirle a la familia te va carcomiendo desde dentro.
Comencé a experimentar una depresión tan fuerte que ni siquiera me nacía el ir y visitar mis montañas y perderme por un momento de la realidad. Mi más grande pasión poco a poco se iba apagando… como las velas cuando se termina la cera. A veces me obligaba a salir para no estar tumbado en la cama viendo la televisión.
En esos recorridos por los viejos caminos que cruzaban las montañas, fantaseaba con encontrar entre el monte, monedas perdidas durante el paso de la revolución… imaginaba encontrar una olla semienterrada llena de centenarios… incluso imaginaba planes en los que vendía poco a poco los centenarios y las historias que tendría que contar de que eran herencia de mis abuelos y cómo con el dinero obtenido de la venta, pagaba tarjetas y liquidaba deudas.
EL INGREDIENTE “DIOS” EN LA ECUACION
Soy creyente y siempre he agradecido a Dios la salud de mi familia y todo lo que nos ha dado. Pero cuando vives una situación en la que no puedes comprender porque las cosas no se dan de la forma que tú quieres, se pone en riesgo tu fé. Mucha gente, incluidos mis hermanos me pedían que me abandonara en Dios y que dejara todo en sus manos. Cuando tienes una formación académica basada en hechos y lógica, tendrás la dificultad de entender la frase “el tiempo de Dios es perfecto”. Porque cuando la espera es larga y agobiante, dejas de pensar que Dios es quien sabe cómo y cuándo se resolverán tus problemas.
Qué difícil es no preocuparse cuando los bancos hablan para recordarte que no has pagado… qué difícil es tener que decirle a tu hijo que no puedes comprarle esa cosa que tanto quiere, o cuando te piden que los lleves a un restaurante a comer… qué difícil es no llorar, cuando te invade la angustia de no poder pagar las colegiaturas de tus hijos. Pero lo más difícil de todo es dejar en manos de Dios las cosas. Sé que así es como debe ser. Claro que no es cruzarte de brazos y esperar a que Dios te resuelva las cosas. Aunque no es una frase bíblica, el término “ayúdate que yo te ayudaré” es válida para establecer que si bien hay que dejar que la Gracia Divina de Dios obre por ti, tienes tú que hacer tu mayor esfuerzo para tratar de solucionar las cosas.
Uno piensa que los hijos no se enteran de lo que está pasando en casa cuando vives problemas económicos, aunque trates de no hablar del tema frente a ellos. Pero los niños de ahora son muy perceptivos. Quizá cuando la angustia te invade a la mitad de la noche, tus hijos pueden sentir tu preocupación e incluso escuchar tu silencioso llanto de desesperación.
Mi hijo mayor me dio una lección de vida un día que lo llevaba a un curso al que asistía por ser uno de los mejores promedios de su escuela. Me dijo al bajarse del coche “papá, no te preocupes, confía en Dios y verás que todo se solucionará”… una vez que vi que entró en la escuela, me puse a llorar y a dar Gracias a Dios por haberme dado a cuidar a esta increíble persona de apenas 12 años de edad. Los hijos lo entiende bien, aunque sean muy jóvenes.
Estas situaciones nos llevan a los extremos de los sentimientos y por ello es muy importante el apoyo de tu pareja y de tus hijos para salir adelante como familia. Son pruebas muy difíciles que Dios nos pone en el camino. Estas pruebas nos sirven para superarnos y ser mejores personas. El amor de la familia y sobre todo de la pareja es sumamente importante para poder sobrevivir a estos problemas financieros. Muchas familias no logran sobrevivir porque no ponen a Dios antes que cualquier cosa. No logran sobrevivir porque no pueden soportar la pérdida material que conllevan los problemas de dinero. Es la prueba suprema de la paciencia de la familia y el apoyo que le dan a quien está encargado de sacar adelante a la familia. No me refiero solamente al hombre de la casa, porque en muchas familias, la mujer es quien proporciona el sustento.
A veces también, estas situaciones nos derrotan y quiebran nuestros sentimientos y el carácter al punto de tener que hacer acciones indebidas que van en contra de la naturaleza humana y de nuestros propios valores. Uno siempre piensa en el bienestar de la familia. Para eso uno se levanta cada mañana, pensando en llevar comida a la mesa, ropa, educación y entretenimiento para la familia. Pero cuando no logramos ese objetivo básico, además de sentir frustración e impotencia, empiezas a perder la fé. Y no solamente la fé en Dios y en que Él proveerá de una u otra forma, sino que pierdes la fé en ti mismo.
Pierdes la confianza en ti mismo y en la gente y es cuando más vulnerable te encuentras y fácilmente puedes caer en adicciones para olvidar tu realidad o lo más peligroso, te corrompes tu mismo, corrompes tus creencias, tus valores y tu fé. (Utilizaré un término en inglés que creo que lo explica claramente “Breaking Bad”).
Cuando te sientas que ya todo está perdido, recuerda que Dios nunca te pondrá una prueba que no puedas superar, por difícil que esto se escuche: Confía en Dios.
Si las cosas no se logran componer en los próximos dos meses, todavía tenemos un último recurso, el cuál implica vender el patrimonio que hemos querido construir para los hijos. Si vendemos la casa en estos momentos, podría pagar el crédito y me quedaría el dinero suficiente para liquidar todas nuestras deudas y nos sobraría un poco. Empezaríamos de nuevo, aunque este es el único escenario que no quisiera que sucediera.
Con fé lograremos salir adelante…
….continuará
Mariano L.
Ingeniero con mas de 15 años de experiencia en temas de Infonavit, Cofinavit, Apoyo Infonavit, mejora de hipotecas tanto de Infonavit como con bancos. Comparto información sobre tus derechos como deudor para manejar crisis financieras personales y buscar alternativas para salir de ellas; el estrés y el miedo hacen mucho daño!!!.