El suicidio no es la respuesta (Mi historia)
Al escribir este artículo, vienen a mi mente recuerdos no gratos de una época de mi vida que fue muy difícil para mí, sin embargo, me atrevo a escribirla para aquellas personas que pasen por situaciones similares, con la intención de que vean que, por muy difícil que se parezcan sus problemas, realmente existe una salida que no estemos considerando, tal vez sea difícil, pero no imposible.
Mi historia como deudor comenzó como la de muchos de ustedes. Empecé con una tarjeta azul de Bancomer, y a partir de ahí, me comenzaron a llegar tarjetas de Santander, Banamex y C&A. He de decir que casi no las utilizaba, salvo la de Bancomer, y eso para alguna promoción a meses sin intereses y es todo.
En mi casa solamente vivíamos mi mamá y yo; ella estaba enferma de artritis reumatoide avanzada, diabetes, hipertensión, y otras enfermedades, y ya no podía caminar, por lo que una hermana mía la cuidaba en las mañanas y yo en las noches. Mi sueldo no era mucho, pero afortunadamente me permitía ayudar a mi mamá con sus medicamentos y las consultas, aparte de los gastos básicos de la casa.
Mi problema comenzó un día al llegar el recibo telefónico de Telmex donde me aparecieron muchas llamadas a números 900 (hotlines) del teléfono de mi casa. El monto total de las llamadas era de aproximadamente $50,000 pesos. Revisando el detalle, aparecía que las llamadas las habían realizado en las mañanas, horario en el que yo no estaba y en el que, por supuesto, mi mamá y mi hermana no iban a andar llamando a esos números; por lo que fui a reclamar inmediatamente a la PROFECO. Sin embargo, nada pude resolver, ya que Telmex argumentaba que esas llamadas se hicieron desde mi línea telefónica y yo tenía que pagar. Lo único que hicieron fue dividirme el monto total en mensualidades y permitirme hacer y recibir llamadas y fue todo.
A partir de ahí mi vida cambió, ya que por pagarle a Telmex se me iba más de la mitad de mi sueldo, por lo que para cubrir los gastos de mi casa y los medicamentos de mi mamá tuve que hacer uso de las tarjetas de crédito. Como solamente cubría los pagos mínimos de las tarjetas, mis deudas lejos de bajar, subieron en poco tiempo. Por lo que llegado el momento, no me quedó más remedio que dejar de pagar las tarjetas de crédito, ya que o pagaba o comía.
Las llamadas de cobranza no tardaron en llegar, a tal grado que había días en los que el teléfono no dejaba de sonar en mi casa, por lo que inclusive tuvimos que optar por desconectarlo. A pesar de que yo trataba de convencer a mi mamá de que todo estaba bien, ella veía que no, y yo mismo además no me lo creía, ya que tenía muchísimo miedo de lo que me fuera a pasar, incluso había noches en las que no podía dormir de la preocupación.
Un día, al irme a trabajar en la mañana, hice una llamada y olvidé desconectar el teléfono; y desgraciadamente al poco rato, mi mamá recibió una llamada de uno de esos cobradores sin escrúpulos que se agarró a amenazarla e intimidarla, a tal grado de que ella entró en una crisis nerviosa que la llevó al hospital.
Por obvias razones, mis hermanas y mi hermano, al enterarse de lo que había pasado, se fueron contra mí, reclamándome que era mi culpa lo que le estaba pasando a mi mamá, y diciéndome que si algo le pasaba a ella iba a ser mi culpa.
Como bien dicen, las desgracias nunca llegan solas, y en este caso no fue la excepción. Ese mismo día Bancomer me quitó toda mi quincena de mi tarjeta de nómina debido a que no había pagado mi tarjeta de crédito, y la nómina la tenía con ellos, por lo que me quedé sin un peso. Más aún, en mi trabajo nos avisaron que el proyecto en el que estaba se terminaba y que a iban a despedir a más de la mitad del personal y que solamente algunos se iban a quedar.
Todas esas situaciones al mismo tiempo me llevaron a una terrible depresión, al grado de que en ese momento sentía que mi vida no tenía sentido, y que estaría mejor muerto que vivo. Y la idea del suicidio tomó muchísima fuerza en mi mente, al grado de que al llegar a mi casa ya todo lo tenía planeado. Mi mamá seguía todavía en el hospital, y mi hermana estaba con ella, así que la casa estaba sola y era el momento ideal para hacerlo.
Entré a mi cuarto y tomé una hoja de papel y busqué algo con que escribir, pero no encontré; así que abrí la mochila que llevaba a mi trabajo y saqué una pluma de ahí. Escribí una carta indicando que no se culpara a nadie de mi muerte, y fui a la cocina por un cuchillo. Empuñé el cuchillo para quitarme la vida, pero se me resbaló de la mano y cayó muy cerca de donde estaba mi mochila. Y al acercarme a recogerlo, vi algo que llamó mi atención…
Un par de semanas atrás, una amiga de mi trabajo me había regalado una estampa religiosa como para guardarla en la cartera. Lamentablemente, cuando ella me la dio, la guardé en la mochila y ni siquiera la leí, solo la dejé ahí arrumbada. Al parecer, esa estampa se había salido de mi mochila cuando saqué la pluma para escribir la carta sin darme cuenta.
Recogí la estampa, y la vi con detenimiento por primera vez. Al frente venía una imagen de Jesucristo, y al reverso venía la siguiente oración/reflexión:
JESÚS YO CONFÍO EN TI
¿Por qué te agitas y confundes por los problemas que te trae la vida? Déjame controlar todas tus cosas e irán tornándose mejores. Cuando te entregues totalmente a mí, todas las cosas serán resueltas con tranquilidad, de acuerdo con mis planes.
No te frustres, no ores como apresurándome, como si quisieras forzarme a realizar tus planes. En lugar de eso, cierra los ojos de tu alma y con paz dime: “JESUS, YO CONFIO EN TI”.
Trata de evitar esos pensamientos que te angustian al querer comprender las cosas que te pasan. No arruines mis planes tratando de imponer tus ideas, déjame ser tu Dios y actuar libremente en tu vida.
Entrégate a mí con completa confianza y deja tu futuro en mis manos. Dime frecuentemente: “JESUS, YO CONFIO EN TI”.
Lo que más te lastima es cuando tratas de razonarlo todo de acuerdo con tus pensamientos e intentas resolver tus problemas a tu manera. Cuando me digas “JESUS, YO CONFIO EN TI”, no seas como el impaciente que le dice al Doctor “cúreme”, pero le sugiere la “mejor” forma de hacerlo.
Déjate curar por mis brazos divinos, no tengas miedo, Yo te amo. Si ves que las cosas se vuelven peores o más complicadas, aun cuando estés orando, mantente confiado en mí, cierra los ojos de tu alma, y continúa diciendo a cada hora: “JESUS, YO CONFIO EN TI”.
Necesito mis manos libres para poder manifestarte mis bendiciones. No ates mis manos con tus absurdas preocupaciones. Satanás quiere que te frustres, hacerte sentir triste, quitarte la paz.
Confía en mí, descansa en mí, entrégate a mí. Yo hago milagros en la medida en que tú te abandonas a mí y de acuerdo con la fe que me tienes. Así que no te preocupes, dame todas tus frustraciones y duerme en paz, y siempre dime: “JESUS, YO CONFIO EN TI”, y verás grandes milagros.
Te lo prometo con todo mi amor.
Jesús
Lo que sentí en esos momentos después de leerla, fue indescriptible. Al leerla, sentía como si me estuviera hablando, y al terminar de leerla, lloré muy fuerte, como nunca antes lo había hecho. Era una mezcla de sentimientos, de dolor, arrepentimiento, dicha, vergüenza… Todavía en estos momentos que estoy escribiendo este artículo no puedo evitar sentir un nudo en la garganta.
En cuanto pude, volví a dejar el cuchillo a la cocina y destruí la carta que había escrito. Seguí llorando todavía largo rato, y no supe a qué hora me quedé dormido. Pero, a partir de ahí, mi vida cambió.
Al día siguiente, me marcó de la nada una amiga que tenía mucho tiempo de no saber de ella. Le platiqué solo un poco de lo que había pasado, y me dio $1000 pesos (nunca me dejó que se los pagara). El miedo por las deudas no desapareció completamente, y el proceso para salir de ellas fue algo largo, pero salí adelante gracias a Dios y a las personas que me ayudaron en ese camino. Uno de ellos es mi compañero y amigo Antonio H.
Todo lo que les platico es verídico y me pasó hace 8 años, he podido salir adelante de la mano de Dios, pero también leyendo mucho, informándome, conociendo sobre mis derechos, pero sobre todo siendo muy disciplinado a la hora de ahorrar para ir liquidando una a una mis deudas. La tristeza y el estres no te dejan pensar claramente.
No ha sido un camino fácil y me ha costado mucho trabajo y esfuerzo; reconozco que he tenido altas y bajas desde entonces pero estoy convencido de que el suicidio no arregla problemas y si provoca muchos, sobretodo a las personas que nos quieren. Siempre hay una forma de salir adelante, y qué mejor forma de templar el carácter, que enfrentando los retos con valor, pero con la mente clara.
Este artículo no pretende ser religioso, simplemente quiero compartir mi propia experiencia para que vean las personas que pasan por algo similar a lo que viví que hay salida y que el suicidio no es la respuesta.